Panqué de Camote Dulce

Panqué de Camote Dulce

Desde hace unas semanas comencé a recibir mi canasta Yolcán (https://yolcan.com). Se trata de productos que cultivan en las chinampas de Xochimilco, y otros pequeños agricultores de Huasca, Texcoco y San Miguel Xicalco.

Cada semana recibes en tu casa – o recoges en algún “Club Yolcán”, productos cultivados de manera responsable, pagados de manera justa y de temporada. El gran reto es salir de tu zona de confort y cocinar con lo que hay. Esta semana, por ejemplo, la canasta traía pera, camote, elote, limón dulce, jitomate, poro, berenjena, chile cayenne, brócoli, acelga, betabel y cebolla.

Básicamente, es regresar a cocinar como lo hacían nuestros abuelos: comer local y por temporada. Un primer paso hacia eso que llaman climatarian (https://elpais.com/elpais/2019/08/26/buenavida/1566830849_215631.html).

Hice quiche de acelga y poro, lasagna de berenjena, un poco de babaganoush, gnocchi de betabel y esquites con verdolagas y poro (de la canasta anterior). Ya les iré compartiendo las recetas. Mientras, les dejo este panqué de camote, que queda súper bien para los sabores especiosos que se antojan en otoño.

Panqué de Camote Dulce

  • 1 taza de puré de camote (2 ó 3 camotes pequeños horneados a 200º durante una hora, se pelan y se muelen en el procesador de alimentos)
  • 2 huevos
  • 1 ½ tazas de harina de trigo integral
  • 2 cucharaditas de polvo para hornear
  • 1 cucharadita de allspice
  • 1 cucharadita de vainilla
  • ¼ de cucharadita de sal
  • ½ taza de azúcar mascabado
  • ½ taza de aceite de coco derretido

MANERA DE HACERSE

Precalienta el horno a 175º. En un bowl se agrega el puré de camote, huevos, vainilla, aceite y azúcar hasta incorporar todo. Luego agregar los secos: harina, polvo de hornear, especias y sal. Vaciar en un molde previamente engrasado y enharinado y hornear a 175-200º durante una hora.

Desmoldar y espolvorear con azúcar glass.

Si te gusta más dulce, puedes agregar una taza de azúcar en lugar de media, también puedes sustituir el aceite de coco por aceite de maíz.

We are back!

Ha pasado demasiado tiempo, muchas cosas han cambiado, mucha gente se ha ido, otras han regresado y hay demasiadas cosas nuevas y muy buenas!

A veces no puedo entender qué me hizo alejarme de esto, quizá lo relacionaba con una parte de mi pasado que ahora no reconozco, que se ve muy lejano. Pero han pasado los años y de una forma u otra, siempre regresa. El estar en la cocina y generar momentos memorables a través de la comida, siempre está ahí. Y creo que ya estoy lista para compartirlo de nuevo.

Y como todo en la vida cambia, pues ahora voy buscando mejores ingredientes, pensando en que lo que metes en tu cuerpo sí importa. Entonces, pues busquemos alimentos orgánicos y un poquito más sanos, pero lo más importante: pongámonos creativos.

Me encontré esta receta en Tasty, pero hice solo la mitad (pensando en que solo somos 2 en casa), le puse un poquito menos de harina y el puré de manzana está hecho from scratch.

Roles de Canela Ligeros

Ingredientes para la masa: 

  • 1 taza de leche tibia
  • 1/4 de taza de aceite de coco derretido
  • 1/8 de taza de azúcar mascabado
  • 1/2 cucharada de levadura en polvo
  • 2 tazas de harina integral
  • 1/2 cucharadita de polvo para hornear
  • 1 cucharadita de sal

Para el relleno:

  • 1 manzana
  • 1 taza de agua (aprox.)
  • 1 cucharada de canela
  • Para el glaseado:
  • 1 taza de azúcar glass
  • 1/2 cucharadita de vainilla
  • 1 ó 2 cucharadas de agua

MANERA DE HACERSE

Mezcla en un bowl la leche tibia, el aceite de coco, el azúcar y la levadura. Permite que la levadura se active unos 10 minutos.

Mientras tanto, pela la manzana, corta en cubos grandes y ponla a hervir a fuego bajo con la cucharada de canela. Permite que la manzana se ablande, si es necesario, agrega más agua (debe permanecer en el fuego unos 40 mins).

Agrega las 2 tazas de harina a la mezcla de leche, tapa con un trapo húmedo y deja levar la mezcla 1 hora. Coloca el bowl al lado de la olla de la manzana para asegurarte que está en un sitio cálido.

Enciende el horno a 200º.

Cuando la masa ya ha levado (no va a doblar su tamaño por la cantidad de salvado en la harina integral), agrega el polvo para hornear y la cantidad necesaria de harina para amasar.

Forma un rectángulo de unos 40 por 30 cms.

Aparte, prepara el puré de manzana licuando la manzana ya blandita hasta que quede como puré, agrega el azúcar y la canela y si es necesario, un poco de agua. Ojo, si es aún demasiado líquida, regresa la mezcla a la estufa hasta que tenga la textura de una mermelada, porque este es lo que untarás en el rectángulo de masa.

Una vez colocado el relleno de manzana, comienza a enrollar por el lado más ancho del rectángulo. Corta en 6 rebanadas y acomoda en un molde redondo.

Hornea durante 30 minutos o hasta que doren.

Mientras se enfrían, prepara el glaseado mezclando azúcar glass, leche o agua y vainilla. Baña con el glaseado (una cucharada alcanza perfecto para cada rol, quedan pequeños).

Nomofobia, ¿celular o no celular?

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Dice Luciano Pavarotti “Una de las cosas más bonitas de la vida es esa pausa que tenemos que hacer regularmente y sin importar nada, dedicar nuestra atención a la comida”. Por su parte, M.F.K. Fisher, reconocida autora de libros de cocina, agrega que “Compartir la comida con otro ser humano es un acto íntimo que no se debe tomar a la ligera.»

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No me malentiendan: amo la tecnología, respeto las redes sociales y tampoco puedo vivir sin ellas. He conocido a personas de lo más interesante gracias a ellas, y sin duda el poder compartir lo que pensamos a través de estas herramientas fomenta la comunicación y la libre expresión de las ideas.

Sin embargo, aplaudo la iniciativa de muchos restaurants que invitan a los comensales a apagar el celular, a dejarlo a un lado… a encerrarlo. Incluso, hay algunos sitios que ofrecen descuentos si dejas tu celular en la entrada.

Leía en El País Semanal un artículo llamado Érase un hombre a un teléfono pegado, con cifras francamente ridículas, en particular cuando te miras y caes en la cuenta de que en efecto… formas parte de esa estadística.

¿Estás aburrido en la mesa? Te pones a tuitear, a revisar esa oferta que viste, o le picas a este artículo. El informe del Pew Research Center de 2012 indica que un 13% de los usuarios fingen usar su Smart phone para evitar interactuar con la gente que tiene alrededor, y un 43% de ellos se entretienen con el teléfono porque lo que tienen cerca les parece aburrido.

La relación con nuestros teléfonos se ha convertido en un asunto verdaderamente romántico. Salir a comer “solo” ya no es igual. Si no apartas los ojos de la pantalla, no tendrás encima la mirada de lástima que genera el que debas comer por tu cuenta: En una encuesta realizada en 2012 por el Canal Spike TV, el 80% de los hombres dijeron que “amaban” su teléfono porque “les daba seguridad y les hacía la vida más fácil”. El 68% de los británicos contestaron a otra encuesta de la compañía YouGov, afirmando que renunciarían a la cerveza, al vino, los chocolates, los zapatos, la televisión y hasta al coche durante un mes, a cambio de quedarse con el teléfono celular. El 22% de ellos aseguraron que “el teléfono móvil es lo más importante que se llevan cada noche a la cama”.

¿Por qué les cuento esto? Porque me pone mal cuando la gente se reúne alrededor de una mesa para compartir los alimentos que los anfitriones han preparado – o al menos planeado – con dedicación, y todos miramos al celular. ¿Cuántas veces la mesa completa se ha quedado en silencio porque todos miran absortos sus pantallas? ¿Cuántas veces por mero reflejo has alargado la mano para ver esa notificación que acaba de entrar? ¿Y qué tal la ansiedad que provoca tener solo un 20% de batería? Nomofobia, que le llaman: terror absoluto a quedarte sin celular.

Yo soy de esas anfitrionas que ponen empeño en la comida y cuando ví esta “jaulita” para celulares, la imaginé en la repisa a la entrada de mi casa: “¡Hola!, qué bueno que vinieron… si quieres dame tu abrigo, tu bolsa… ah, y tu celular.”… o la mamá “Niños, ya está la comida, lávense las manos, y encierren los celulares”. Mi marido diría que esa medida sería algo muy cercano a una dictadura, yo pienso que es regresar a lo que las abuelas llamaban “las buenas maneras”.

Cell Lock-Up Phone Cage
Cell Lock-Up Phone Cage

Platiquemos, veámonos la cara, dejemos pasar el tiempo, y enterémonos de los sucesos realmente importantes.

Vamos hasta al baño con el celular: la encuesta Harris Interactive realizada entre 2.000 dueños de Smart phones en Estados Unidos indica que a cualquier hora del día solemos irnos con el celular al baño. No sólo eso, uno de cada cinco estadounidenses dice que lo primero que hace después del sexo es mirar el teléfono.

Algunos estudios en Estados Unidos estiman que, mientras estamos despiertos, el tiempo promedio que pasamos sin mirar el móvil es de unos diez minutos.

Yo propongo encerrar el celular dos horas, lo que dura una buena comida de calidad con una plática de sobremesa no muy larga. ¿Lo lograremos? Incluso esos instagrameros fanáticos – como yo, que toman fotos a todo cuanto consumen.

¿Llegará el día en que en los restaurants separen a las “zonas de no smart phones”? ¿Que los que no sacamos el celular en la comida los miremos feíto? ¿Que se publiquen artículos de fondo del daño que provoca a las relaciones sociales el uso excesivo del celular? Digo, si ya ha reemplazado al cigarrito after sex, no estaría mal restringir el uso del celular a ciertas zonas.

No sé… yo propongo regresar a lo básico: apaga el celular, mirémonos la cara y regresemos a ese momento de intimidad que una buena comida sugiere (¡quizá hasta se ganen un descuento en algunos lugares!)

¡Celebremos!

Red Velvet
Foto de Mariana Sánchez

A veces los pequeños detalles son los que hacen la diferencia, y hoy quiero compartirles este cartelito que hice, y que creo que logra que los pasteles se vean aún más lindos.

Lo hice para el Baby Shower de mi cuñada, la frase es de Winnie Pooh, y la bandera base la saqué de este blog:

Las letras son producto de varias descargas, pero muchas de ellas las pueden encontrar aquí:

La que yo hice la pueden descargar dando click a la imagen. La imprimen en buena calidad sobre opalina, recortan y pegan sobre dos palitos de paleta, y ¡voilà! Tienen un pastel súper bien presentado, pero sobre todo, con una frase que es puro corazón.

Pastel

El pastel es un Red Velvet, la receta la pueden encontrar aquí en el blog.

Si se animan a usarla, ¡compartan las fotos!

No sólo de café vive el hombre…

Percibir el aroma, sorber para oxigenar las papilas gustativas… identificar el retrogusto que deja el café en la boca. Así comenzó una breve explicación de cómo beber café… una cata donde para los que amamos el café y no concebimos comenzar el día sin él, términos como cuerpo, corazón y crema, que al mezclarse hacen que el shot de espresso muera, nos parten el corazón.

Su fútil existencia: 30 segundos, luego de ese tiempo, el espresso muere.

Yo amo el sabor a café desde que era muy chica. Recuerdo que a los 6 años pedía café con leche helado para hacer la tarea: un enorme vaso de esos de puesto de licuados, lleno al ras, con café oro y mucha – quizá demasiada – azúcar. Así transcurrieron mis tardes infantiles para hacer la tarea, hasta que descubrí las galletas emperador de chocolate acompañadas de un frutsi… los snacks ochenteros.

Puppy love el mío con el café oro… luego fue madurando hasta llegar a apreciar esos shots de espresso con cuerpo, corazón y crema. No pretendo ser experta, pero digamos que mi paladar ha madurado.

Mi historia con el té es otra cosa. En México, nuestra tradición se fundamenta en los “tés” de manzanilla, menta o gordolobo – y los relacionamos para curar algún mal, ergo, los tomamos cuando estamos enfermos de algo.

A mí me echaron a perder la manzanilla y el licor de anís cuando me lo recetaron para aliviarme un cólico fortísimo: nunca más, me dije. Me supo fatal esa mezcla. Ahora no tomo ni manzanilla ni anís, y solía evitar los tés porque “ni que estuviera enferma”… hasta ahora.

Partamos de lo básico. Sólo hay 5 tipos de té: negro, oolong, verde, blanco y pu-erh, todos vienen de la misma planta (Camellia sinensis) y lo que cambia es el grado de oxidación. El resto, son infusiones.

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Para apreciar el té primero hay que olerlo, luego sorber un poco para – al igual que con el café – oxigenar las papilas gustativas. Eso que tu mamá te dijo que no hicieras porque era de mala educación, sorber, es un paso básico para apreciar los sabores.

También debes fijarte en su apariencia, en los colores… y checar si es ácido – hace que salives, o astringente – te seca la boca.

El probar el té fue solo el primer paso para comenzar a sorprendernos con las increíbles combinaciones, la calidad de las mezclas y sobretodo, la pasión que puede generar una bebida que dista mucho de ser simple.

Me enamoré por completo de dos mezclas, Chai Rooibos y Swedish Berries. La primera contiene rooibos, semillas de cardamomo, raíz de jengibre, clavo, anís, anís estrellas, regalíz, pimienta rosa, pimienta negra, cáscara de limón y de naranja. O sea… una fiesta divertidísima de especies y sabores que no podemos dejar únicamente en el té: Quiero hacer unas galletas y agregarles esos sabores de alguna manera… o ¿qué tal infusionar la leche de los roles de naranja con este té?

Me emociona ver las pimientas y el cardamomo enterito en esa mezcla.

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Por su parte, el Swedish Berries tiene pasas, berries surtidas e hibisco. Sí, las pasas y las berries te las puedes comer sin problema… no están hechas puré, o platicadas en mini pedacitos.

Hay otro que debo probar porque se ve divino (y de la vista nace el amor, ¿no?), se llama Jasmine Dragon Phoenix Pearl. Son bolitas formadas de los brotes de té verde combinadas con esencia de jazmín. Simplemente espectacular.

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Para la mayoría de los asistentes fue una sorpresa descubrir tantas mezclas de té bien logradas y tanta pasión en el personal que nos recibió. Creo que uno de los mayores atributos en las comidas – y en las bebidas – es el factor sorpresa, lo agradeces y lo valoras, es lo que buscas constantemente.

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Fue una mañana muy divertida llena de conocimientos; no sé mucho de té, pero creo que una visita a The Coffee Bean & Tea Leaf es un buen principio. No me parecen exorbitantemente costosos (las bebidas preparadas se mantienen en el mismo rango que el resto de las franquicias que son su competencia) y las latas de té rondan los $200 por 20 bolsitas.

Por si fuera poco, su barra de comida es buenísima: tienen una dona de chocolate que no puedes soltar – literal, y un panqué de chocolate, vainilla y dulce de leche muy rico.

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Y como no sólo de café (y ahora de té) vive el hombre, sus Ice Blended también son deliciosas. Mi favorita es la de plátano, la combinan con fresa… y arriésguense y pídanla con chocolate: serán felices.

Si quieren saber un poco más de té, les recomiendo que lean Los Cinco Mandamientos del Té de @issaplancarte. 5 sencillos pasos para disfrutar de un buen té, porque es delicado y tiene sus trucos… creo que al final eso es lo que lo hace más divertido y desarrolla cierta complicidad que te obliga a tomar la taza con las dos manos.

Si tienen recomendaciones de té (y cafés, ¡por supuesto!) pasen por acá a dejarlas. Se agradecerá que colaboren con este recién adquirido vicio.

Síguelos (porque además tienen buenas promociones):

@CoffeeBeanMx

Y pregunten por el #menusecreto 😉

Banana Bread

Dicen que el plátano es la fruta más popular del mundo, por encima de la manzana y las naranjas. Supongo que porque es muy práctica para comer: le quitas la cáscara y  directo a la boca: no necesitas ni servilleta! (auténtica fast food).

Yo amo el pan de plátano desde que lo probé hace muchos años en un desayuno… pero las recetas que conocía me parecían súper pesadas… nada fluffy o húmedo. Así es que desistí una buena temporada en hacerlo, hasta que me encontré esta receta que amo con locura porque queda esponjosito, porque no es tan dulce, da para que lo rellenes de nutella o lo cubras con mousse de chocolate blanco… y para recordar ese sabor de los plátanos de carrito – y que se vea más formalito -, ¿qué tal quemarle el azúcar moscabado ya que terminaste el montaje?

Es tan versátil que lo pueden hacer para llevar a una reunión o como panquecitos para el desayuno. Además, es súper fácil de hacer, y no creerán lo ligerito que queda.

Necesitan:

–       ½ taza de mantequilla a temperatura ambiente

–       1 taza de azúcar

–       2 huevos

–       1 ½ de harina

–       1 cucharadita de bicarbonato

–       1 pizca de sal

–       1 taza de puré de plátano (son 2 plátanos Tabasco o 6 dominicos, molidos en la licuadora)

–       ½ taza de crema ácida

–       1 cucharadita de vainilla

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Precalienta el horno a 180 grados, y engrasen con manteca 2 moldes de 25 cms.  De diámetro aproximadamente. También hay que enharinarlos (siempre!).

1. Poner en la batidora la mantequilla y agregar el azúcar hasta que acreme (unos 10 minutos).

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2. Agregar los huevos, uno a uno.

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3. Aparte, cernir el harina, bicarbonato y sal, y agregar a la mezcla anterior. Continuar batiendo.

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4. Finalmente, agregar el puré de plátano y la crema ácida, así como la vainilla. Batir durante otros 6 u 8 minutos.

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5. Vaciar en los moldes previamente preparados. Son aproximadamente 2 tazas en cada molde.

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6. Hornear de 32 a 35 minutos, dejar enfriar 10 minutos y desmoldar.

Si hacen los panquecitos, el tiempo de horno se reduce a unos 15 minutos.

Dejen enfriar ambos panqués unos 30 minutos. Luego, unten sobre uno de los panes una capa generosa de nutella (alrededor de medio bote). Pueden hacer pequeñas bolitas o besitos usando una manga pastelera, pero si no se les da eso, solo unten alegremente con una espátula.

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Coloquen con cuidado el otro panqué cubriendo la nutella. Y pongan unos 5 o 6 puños de azúcar moscabada en la superficie… aplanen con el dorso de una cuchara para que quede lisito.

DSCF3343-1Ahora viene lo divertido: quemar el azúcar. Yo uso unas brochetas de metal que voy calentando en la estufa para marcar las líneas… abran ventanas y enciendan el extractor porque sale mucho humo, pero la presentación – y el sabor – vale la pena…

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En otro post hacemos la variación de este panqué cubierto de mousse de chocolate blanco…

¡Que lo disfruten!

Malinalco mon amour…

Me gusta Malinalco: queda cerca, hace calorcito, no hay tanta gente como en Valle de Bravo, tiene una placita principal con fuente y se puede caminar por sus calles empinadas y empedradas. Por si fuera poco, tiene cultura, con su increíble convento agustino del siglo XVI y sus frescos en blanco y negro, y rojo y blanco, turquesa… son preciosos.

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Ex – Convento de Malinalco: Foto de @zolliker

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Detalle del techo de la planta baja: Foto de @zolliker

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Detalle del techo de la planta alta: Foto de @zolliker

Para los más aventureros y con mejor condición física, Malinalco tiene una zona arqueológica – azteca – ubicada en la cima del Cerro de los Ídolos. Aunque usted no lo crea, lo he subido… acompañada por la incansable Bailarina – a sabiendas, mi sobrina – y una botella de agua de miserables 600 ml., porque según yo, no nos iba a dar tanta sed y “para qué quieres ir cargando 2 litros de agua?!?!?!” (léase en tono burlón y de auténtico arrepentimiento).

En fin, que Malinalco tiene de todo. Y de lo que más me gusta, es su mercado de fin de semana: ahí he comprado unas guayabas maravillosas de esas que son color rosado por dentro y unas zarzamoras jugosísimas que venden “por medida”.

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Una «medida» de zarzamora: Foto de @zolliker

Sí, yo pedí un cuarto y me dijeron que era “la medida”. La medida es el tazoncito de la marchanta, ese de los puestos en donde además le ponen el piquito… entonces, pues me llevé “dos medidas”. O sea, dos bolsas.

Tan jugosas estaban que al día siguiente las de hasta abajo de la bolsa ya eran puré de zarza… necesitaba una receta práctica y rápida, así es que compartiré con ustedes el pound cake de zarzas que me preparé en aquel momento:

  • 1 taza de mantequilla suavizada
  • 3 tazas de harina
  • ¾ de cucharadita de sal
  • 3 tazas de azúcar (o 2 si no les gusta tan dulce… yo amo que sean dulcísimos!)
  • 7 huevos grandes, a temperatura ambiente
  • 2 cucharaditas de vainilla
  • 1 taza de crema ácida
  • 1 medida (cerca de 2 tazas) de zarzamoras, desinfectadas y muy bien escurridas.

Manera de hacerse

–       Engrasen un molde para panqué. Yo lo hice en una corona de unos 20 cms. de diámetro. Es más sencillo de dorar que un molde de panqué, que tarda – a veces – mucho en cocerse y corremos el riesgo de que se dore de más.

–       El mejor ingrediente para engrasar es la manteca inca, aguanta altas temperaturas, no se “quema” como la mantequilla y siempre, enharinen los moldes.

–       Aparte, agreguen 3 tazas de harina y sal en un bowl.

–       Mientras, batan la mantequilla y el azúcar hasta que acreme – esto es, que cambie de color y el azúcar ya no se sienta – 5 minutos, más o menos.

–       Agreguen los huevos: uno a la vez, esperen a que se desaparezca el primero para poner el siguiente. Luego agreguen la vainilla.

–       A esta mezcla, agreguen la mitad de los secos, luego toda la crema, y al finalizar, el resto de los secos.

–       Continúen batiendo 5 minutos más.

La importancia de batir bien, es que trabajas el gluten – por eso las galletas, para que queden crunchies, se trabajan rápidamente.

–       Finalmente, hay que agregar las zarzas: espolvoreen en ellas unas 2 cucharas de harina, sacudan el exceso y agreguen a la masa de forma envolvente para que no se apachurren de más.

–       Vaciar la mezcla en cucharadas al molde, golpear en la mesa para deshacer burbujas de aire.

–       Introducir al horno, previamente encendido, a unos 180º  durante 1 hora o una hora y cuarto.

Si al pasar la hora notan que está muy dorado, bajen un poco la temperatura a unos 150º.

Ya saben que está cocido cuando le metes un palillito y sale “limpio”, o se le adhieren unas cuantas miguitas (pequeñas y bien formadas).

Dejen enfriar unos 30 minutos antes de desmoldar, mientras tanto, preparen el glaseado de limón.

Para ello, mezclen con un batidor de globo ¾ de taza de azúcar glass cernida – o sea, pasada por el colador – con 2 cucharadas de jugo de limón y la ralladura de un limón. Ojo, no usen la parte blanca de la cáscara, porque amarga.

Desmolden el panque pasando por los lados un cuchillo sin filo, y pónganlo sobre una rejilla.

Para que no ensucien mucho, debajo coloquen servilletas de papel. Ahora sí, cubran con el glaseado. Si notan que escurre demasiado, agreguen una o dos cucharadas más de azúcar. Sin  miedo… lo peor que puede pasar es que deban “rebajar” de nuevo el glaseado poniendo más limón 😉

Listo… panqué de zarzas, producto de un día delicioso en Malinalco.

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Pound cake de zarzamoras y glaseado de limón

Los consentidos…

Creo que todos tenemos piezas en la casa que atesoramos infinitamente: por su valor sentimental, quizá económico, porque toda tu vida soñaste con tenerlas, o porque simplemente son lindas, muy lindas.

Hoy quiero comenzar a compartir con ustedes algunos de los tesoros que guardo en mi cocina… son objetos que me gustan mucho, o que los veo y pienso cuán útiles son, o que me gusta presumir y usar con frecuencia (no sé, son algunas de las cosas en mi cocina que más quiero).

De igual forma en que comparto algunas de mis recetas favoritas en este blog, hoy comenzaré a compartir también algunos de mis objetos favoritos:

1. La vajilla de mi abuela

Vajilla

Cuando quitaron el departamento de mi tía-abuela, ella me mandó decir que revisara la vajilla, “a ver si me la quería quedar”… y me volví loca, la amé con locura y pasión. Es para 24 personas y está prácticamente completa, tiene piezas en auténtico desuso como la sopera, o la salsera, pero me parecen maravillosas para servir otras cosas. Me encanta que los bordes dorados ya se ven desgastados, y que la parte de abajo de las piezas no es perfecta. No sé si ya se lo dije pero si sí, lo repito:  yo, como María Antonieta, tendría una vajilla para cada ocasión.

2. Peltre, peltre

Peltre

Me encanta la sencillez y calidez del peltre. Tengo las clásicas macetas y cubetas, pero estas tres jarritas me gustan mucho. La blanca es de ikea y va para todo: desde servir agua, hasta florero. La de flores y la chiquita son de una tienda en Praga que se llama Manufaktura, una la compré yo y la otra me la trajo mi hermana. Sí, las he usado para servir el café, el chocolate y la crema o para poner los cubiertos en un buffet, son lindas.

3. ¡El mortero!

Mortero

Es pesado y es rojo, y es uno de mis aditamentos consentidos. La cocina ha evolucionado muchísimo y tienes procesadores, molinos, freidoras y hornos de convección, pero pocas piezas tan románticas – y útiles – como el mortero. Y el mío… es rojo.

¿Ustedes también tienen piezas favoritas en su cocina?

Sabores de infancia…

Soy granadina, nací en Nicaragua, mi papá es de allá. No recuerdo nada de aquel país, las únicas memorias que guardo son aquellas traídas por los platillos de mi abuela paterna… o más bien, por el sazón de mi abuela.

Gallopinto – arroz con frijoles -, caldo de pollo con yerbabuena, picadillo, el “recaudo” (el relleno) de pan con ciruelas pasas del pavo de navidad, o la miel que hacía de piloncillo con canela y clavo en lugar de la miel de maple comercial para los hotcakes. También hacía unos canelones rellenos de sesos, buenísimos… siempre creí que eran de paté. Para cuando descubrí que el relleno eran sesos, ya me gustaban demasiado y no había lugar para hacerles el feo.

Tampoco he tenido nunca una especial atracción por “mantener vivo” el recuerdo de mi país natal, soy muy mexicana en todos los sentidos de la palabra, porque llegué muy chica a México, porque mi mamá es mexicana y nunca nos reunimos con la colonia nica en México… no, eso no pasó en mi casa. La herencia de saberte “de otra parte” de alguna manera, a veces era el lenguaje o el acento: en mi casa las chanclas solían ser chinelas, el trapeador era un lampazo, los periquitos eran chocoyos, la mecedora era una butaca y los ganchos de ropa, perchas.

También a veces mi hermana y yo intercambiamos miradas cómplices al saber esos términos en común, como chinear a sus hijos – arrullar – o cuando mi papá me dice que soy “un varejón”, una vara de madera larga y flexible… o cuando nos referimos a mi hermano menor como el “chingastito”, que son los residuos de café que quedan luego de molerlo…

Hasta ahí… mi mamá siempre nos dio esa identidad que cualquier persona necesita – creo – y lo hizo muy bien.

La herencia nica ha sido muy limitada en mi casa, quizá porque es dolorosa. Salir de un país en donde te iba relativamente bien, a otro que encima cerró sus fronteras al estallar la revolución no fue asunto sencillo. Pero llegamos a México, y nadie se puede quejar… hemos sido muy afortunados.

Cada vez que íbamos a casa de mis abuelos, mi abuela siempre tenía comida lista para recibirnos – no importaba la hora. No sé qué tan tradicionales hayan sido, pero sé que su sazón siempre fue muy particular. Eran ricos, pero si algo nos hacía suspirar, eso era el Pío Quinto. Un postre muy dulce, húmedo, con pasas y sabor a canela. Así lo recordaba…

Cuando mi abuela murió yo tenía 16 años. Se fue muy rápido, pero recuerdo que preferí la tranquilidad de saber que ya no sufriría… y de entre todas las cosas que pasaron por mi cabeza, una de ellas fue el preguntarme quién prepararía ahora el Pío Quinto … nunca más voy a volver a comerlo, pensé.

No, no creo que sea una frivolidad haber pensando eso… la realidad es que en esta familia no se celebra, se cocina.

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Mi abuela con mi hermana

Y en una de esas celebraciones estábamos, cuando mi hermana y yo decidimos que era buena opción investigar la receta del Pío Quinto. La receta la saqué de la web de El Nuevo Diario de Managua… y me puse manos a la obra.

Mientras preparaba el atolillo pensaba si el resultado haría sentir orgullosa a mi abuela, si mi papá le mejoraría “algo” (para él, todo “aguanta un poco más de…”).

Acá va, un tanto adaptada:

–       1 panqué de nata de Superama (mi abuela usaba panqué de pasas Bimbo)

–       1 taza de azúcar

–       3/4 taza de agua

–       1 raja de canela

–       el jugo de 1 limón

–       1/4 taza de ron

–       1 clavo de olor

–       ½ taza copeteada de pasas

–       8 ciruelas (sin hueso)

Manera de hacerse:

Para la miel:

–        Poner en una ollita el azúcar, el agua, la raja de canela, el clavo de olor y el jugo de limón.

–        Al hervir, y ya que el azúcar se haya disuelto, se retira del fuego.

–        Se cuela y se le agregan las pasas y las ciruelas, se deja enfriar.

–        Mientras tanto, hay que rebanar el panqué en porciones de 1.5 cms. aproximadamente.

–        Ya que la miel está fría, se le agrega el ron y se deja reposar.

–        Se retiran las pasas y las ciruelas, y se reservan aparte para decorar.

–        Humedecer las rebanadas de panqué en la miel y colocar en un refractario de unos 30 x 25 cms. (salen 2 capas).

Para el Atolillo

–        3 tazas de leche

–        1/2 taza de azúcar

–        1 yema de huevo

–        3 ½ cucharadas de maicena

–        1 raja de canela

Manera de hacerse:

–        Poner en una olla 2 tazas de leche, añadir el azúcar y la canela. Poner a calentar a fuego bajito.

–        En la otra taza de leche, hay que disolver la maicena e incorporar a la mezcla anterior.

–        Colocar la yema en un recipiente pequeño. Ya que haya entibiado la leche, agregar un poco a la yema y batir rápidamente… no pongan la yema directo en la olla: corren el riesgo de conseguir huevos revueltos.

–        Incorporar a la mezcla anterior.

–        Continuar revolviendo constantemente hasta que la mezcla espese y cubra la parte de atrás de una cuchara.

–        Quitar del fuego y retirar la canela.

–        Distribuir sobre el panqué. Dejar enfriar y adornar con las pasas y las ciruelas.

–       Refrigerar al menos 2 horas.

Pio Quinto

El Pio Quinto fue una sorpresa para mi papá (quien en efecto, dijo que aguantaba un poco más de ron, ja!)… y para todos, en realidad. Mi marido y mi cuñado no lo habían probado, mi hermano ni se acordaba y los demás, estábamos francamente sorprendidos de que supiera tan similar.

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Mi sobrina en plena degustación…

Creo que en algún lugar mi abuela está sonriendo y esperando a que en breve, comience a ponerle yerbabuena al caldo de pollo.

Meatless Monday, sí… pero ¿por qué?

Porque “la comida ganará la Guerra” (Food Will Win the War)… o al menos eso proclamaba el Tío Sam durante la primera y segunda Guerra Mundial, urgiendo a los ciudadanos americanos a que reservaran la carne para sus tropas, mientras que los miércoles se reservaba el trigo (Wheatless Wednesdays).

«Little Americans. Do Your Bit. Eat Oatmeal- Corn meal mush- Hominy- other corn cereals- and rice with milk. Save the Wheat for our Soldiers. Leave Nothing On Your Plate.», ca. 1918 – ca. 1918

Si bien el Meatless Monday resurge en el 2003 gracias a una campaña lanzada por la Johns Hopkins Bloomberg School of Public  para hacer conciencia sobre los efectos nocivos del consumo en exceso de la carne, lo cierto es que la idea original es seguir los preceptos del Tío Sam en cuanto a alimentación se refiere.

Y es que si algún país ha visto influida su cultura por los efectos de la guerra es Estados Unidos. Ví una exposición en el Museo de The National Archives (en Washington), que es el edificio donde guardan – básicamente – todo tipo de campañas y programas e información y lo que se les ocurra de los norteamericanos.

La exhibición se llamaba “What’s cooking, Uncle Sam?”, y retrata los efectos de las políticas de nutrición sobre la vida y cultura de los norteamericanos, y cómo el Gobierno Federal ha sido un factor determinante en la producción, regulación, investigación e innovación en cuanto al insumo de alimentos.

Desde lo que los granjeros cultivaban hasta cómo se debían preparar los alimentos. Y uno de los momentos determinantes dentro de las políticas alimentarias americanas fueron sin duda, las guerras.

Sí, el Meatless Monday se ha convertido en un movimiento de lo más popular por ser un concepto simple y fácilmente adaptable, pero en la época de la guerra se urgía a la ciudadanía a reservar el azúcar, el trigo, a consumir papas, a hacer conservas, a sembrar sus propios alimentos y todo… para las tropas.

De hecho, el consumo de frutas y verduras frescas aumentó considerablemente durante la guerra – sobretodo, porque los productos enlatados eran reservados para… exacto! las tropas. Una cifra que me impresiona es que el 40% de los productos frescos que se consumían durante la II Guerra eran producidos en casa, en el jardín.

World War I Garden Poster, ca. 1917
Uncle Sam Says, Garden to Cut Food Costs

Debo admitir que me causa un poco de crisis que conceptos tan orgánicos tengan su origen en la industria de guerra, pero así fue. Lo mismo que los conceptos de nutrición sana, porque el Tío Sam se dio a la tarea de investigar muchísimo para poder sustentar todas estas políticas alimentarias.

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You’re the Doctor Poster, ca. 1944

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Wanna Keep ‘Em Healthy? 1944

Así, descubrieron que era muy útil agregar tiamina a los alimentos – para mantener la moral ante la guerra, de la misma manera que sobrepusieron el factor nutricional al sabor de los alimentos.

Vitamin Donuts Poster, ca. 1942
Vitamin Donuts Poster, ca. 1942

De acuerdo a las cifras de los National Archives, los soldados que combatieron en la II Guerra Mundial habían ganado un promedio de 5 a 10 kilos durante su servicio. No solo eso, el gobierno norteamericano creo campañas – aparentemente muy efectivas – para dar a conocer proteínas que podían sustituir a la carne… chequen abajo el cartel del pescado: «se alimentan ellos mismos»…

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Cottage Cheese Poster, ca. 1918

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Eat More Fish Poster, ca. 1918

Así, la alimentación se convierte en un asunto de seguridad nacional. El School Lunch Program, por ejemplo… si bien durante la Gran Depresión surgió como un programa de beneficencia social, durante la Segunda Guerra contribuía a la  seguridad nacional: niños malnutridos no podrían ser buenos soldados.

"Every child Needs a Good School Lunch", 1941 - 1945
«Every child Needs a Good School Lunch», 1941 – 1945

Interesante, ¿no? Y es que tomamos decisiones sobre qué comer y cómo comerlo todos los días… la comida se ha convertido en mucho más que la forma de nutrir  a nuestro cuerpo – es motivo de debate, de análisis, pasatiempo, ciencia, un gran negocio – pero no nos detenemos a pensar cómo se han moldeado nuestros hábitos o cuáles han sido las influencias que hemos recibido… al menos no todos, o no con tanta frecuencia.

Los carteles que ilustran este post formaban parte de la exhibición – algunos – y los pueden encontrar en el libro “What’s Cooking, Uncle Sam? The Government’s Effect on the American Diet”. Pueden ordenar el libro en http://www.myarchivesstore.org/books/publications.html, la autora es Alice Kamps, curadora del Museo.

Y si saben de algún libro que retrate los hábitos de alimentación de los mexicanos o los latinos – socio culturalmente hablando – se agradecen las recomendaciones.

Entonces, ya sabemos de dónde viene el Meatless Monday… ¿ustedes lo aplican con la convicción recomendada por el Tío Sam?