¡Celebremos!

Red Velvet
Foto de Mariana Sánchez

A veces los pequeños detalles son los que hacen la diferencia, y hoy quiero compartirles este cartelito que hice, y que creo que logra que los pasteles se vean aún más lindos.

Lo hice para el Baby Shower de mi cuñada, la frase es de Winnie Pooh, y la bandera base la saqué de este blog:

Las letras son producto de varias descargas, pero muchas de ellas las pueden encontrar aquí:

La que yo hice la pueden descargar dando click a la imagen. La imprimen en buena calidad sobre opalina, recortan y pegan sobre dos palitos de paleta, y ¡voilà! Tienen un pastel súper bien presentado, pero sobre todo, con una frase que es puro corazón.

Pastel

El pastel es un Red Velvet, la receta la pueden encontrar aquí en el blog.

Si se animan a usarla, ¡compartan las fotos!

No sólo de café vive el hombre…

Percibir el aroma, sorber para oxigenar las papilas gustativas… identificar el retrogusto que deja el café en la boca. Así comenzó una breve explicación de cómo beber café… una cata donde para los que amamos el café y no concebimos comenzar el día sin él, términos como cuerpo, corazón y crema, que al mezclarse hacen que el shot de espresso muera, nos parten el corazón.

Su fútil existencia: 30 segundos, luego de ese tiempo, el espresso muere.

Yo amo el sabor a café desde que era muy chica. Recuerdo que a los 6 años pedía café con leche helado para hacer la tarea: un enorme vaso de esos de puesto de licuados, lleno al ras, con café oro y mucha – quizá demasiada – azúcar. Así transcurrieron mis tardes infantiles para hacer la tarea, hasta que descubrí las galletas emperador de chocolate acompañadas de un frutsi… los snacks ochenteros.

Puppy love el mío con el café oro… luego fue madurando hasta llegar a apreciar esos shots de espresso con cuerpo, corazón y crema. No pretendo ser experta, pero digamos que mi paladar ha madurado.

Mi historia con el té es otra cosa. En México, nuestra tradición se fundamenta en los “tés” de manzanilla, menta o gordolobo – y los relacionamos para curar algún mal, ergo, los tomamos cuando estamos enfermos de algo.

A mí me echaron a perder la manzanilla y el licor de anís cuando me lo recetaron para aliviarme un cólico fortísimo: nunca más, me dije. Me supo fatal esa mezcla. Ahora no tomo ni manzanilla ni anís, y solía evitar los tés porque “ni que estuviera enferma”… hasta ahora.

Partamos de lo básico. Sólo hay 5 tipos de té: negro, oolong, verde, blanco y pu-erh, todos vienen de la misma planta (Camellia sinensis) y lo que cambia es el grado de oxidación. El resto, son infusiones.

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Para apreciar el té primero hay que olerlo, luego sorber un poco para – al igual que con el café – oxigenar las papilas gustativas. Eso que tu mamá te dijo que no hicieras porque era de mala educación, sorber, es un paso básico para apreciar los sabores.

También debes fijarte en su apariencia, en los colores… y checar si es ácido – hace que salives, o astringente – te seca la boca.

El probar el té fue solo el primer paso para comenzar a sorprendernos con las increíbles combinaciones, la calidad de las mezclas y sobretodo, la pasión que puede generar una bebida que dista mucho de ser simple.

Me enamoré por completo de dos mezclas, Chai Rooibos y Swedish Berries. La primera contiene rooibos, semillas de cardamomo, raíz de jengibre, clavo, anís, anís estrellas, regalíz, pimienta rosa, pimienta negra, cáscara de limón y de naranja. O sea… una fiesta divertidísima de especies y sabores que no podemos dejar únicamente en el té: Quiero hacer unas galletas y agregarles esos sabores de alguna manera… o ¿qué tal infusionar la leche de los roles de naranja con este té?

Me emociona ver las pimientas y el cardamomo enterito en esa mezcla.

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Por su parte, el Swedish Berries tiene pasas, berries surtidas e hibisco. Sí, las pasas y las berries te las puedes comer sin problema… no están hechas puré, o platicadas en mini pedacitos.

Hay otro que debo probar porque se ve divino (y de la vista nace el amor, ¿no?), se llama Jasmine Dragon Phoenix Pearl. Son bolitas formadas de los brotes de té verde combinadas con esencia de jazmín. Simplemente espectacular.

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Para la mayoría de los asistentes fue una sorpresa descubrir tantas mezclas de té bien logradas y tanta pasión en el personal que nos recibió. Creo que uno de los mayores atributos en las comidas – y en las bebidas – es el factor sorpresa, lo agradeces y lo valoras, es lo que buscas constantemente.

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Fue una mañana muy divertida llena de conocimientos; no sé mucho de té, pero creo que una visita a The Coffee Bean & Tea Leaf es un buen principio. No me parecen exorbitantemente costosos (las bebidas preparadas se mantienen en el mismo rango que el resto de las franquicias que son su competencia) y las latas de té rondan los $200 por 20 bolsitas.

Por si fuera poco, su barra de comida es buenísima: tienen una dona de chocolate que no puedes soltar – literal, y un panqué de chocolate, vainilla y dulce de leche muy rico.

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Y como no sólo de café (y ahora de té) vive el hombre, sus Ice Blended también son deliciosas. Mi favorita es la de plátano, la combinan con fresa… y arriésguense y pídanla con chocolate: serán felices.

Si quieren saber un poco más de té, les recomiendo que lean Los Cinco Mandamientos del Té de @issaplancarte. 5 sencillos pasos para disfrutar de un buen té, porque es delicado y tiene sus trucos… creo que al final eso es lo que lo hace más divertido y desarrolla cierta complicidad que te obliga a tomar la taza con las dos manos.

Si tienen recomendaciones de té (y cafés, ¡por supuesto!) pasen por acá a dejarlas. Se agradecerá que colaboren con este recién adquirido vicio.

Síguelos (porque además tienen buenas promociones):

@CoffeeBeanMx

Y pregunten por el #menusecreto 😉

Malinalco mon amour…

Me gusta Malinalco: queda cerca, hace calorcito, no hay tanta gente como en Valle de Bravo, tiene una placita principal con fuente y se puede caminar por sus calles empinadas y empedradas. Por si fuera poco, tiene cultura, con su increíble convento agustino del siglo XVI y sus frescos en blanco y negro, y rojo y blanco, turquesa… son preciosos.

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Ex – Convento de Malinalco: Foto de @zolliker

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Detalle del techo de la planta baja: Foto de @zolliker

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Detalle del techo de la planta alta: Foto de @zolliker

Para los más aventureros y con mejor condición física, Malinalco tiene una zona arqueológica – azteca – ubicada en la cima del Cerro de los Ídolos. Aunque usted no lo crea, lo he subido… acompañada por la incansable Bailarina – a sabiendas, mi sobrina – y una botella de agua de miserables 600 ml., porque según yo, no nos iba a dar tanta sed y “para qué quieres ir cargando 2 litros de agua?!?!?!” (léase en tono burlón y de auténtico arrepentimiento).

En fin, que Malinalco tiene de todo. Y de lo que más me gusta, es su mercado de fin de semana: ahí he comprado unas guayabas maravillosas de esas que son color rosado por dentro y unas zarzamoras jugosísimas que venden “por medida”.

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Una «medida» de zarzamora: Foto de @zolliker

Sí, yo pedí un cuarto y me dijeron que era “la medida”. La medida es el tazoncito de la marchanta, ese de los puestos en donde además le ponen el piquito… entonces, pues me llevé “dos medidas”. O sea, dos bolsas.

Tan jugosas estaban que al día siguiente las de hasta abajo de la bolsa ya eran puré de zarza… necesitaba una receta práctica y rápida, así es que compartiré con ustedes el pound cake de zarzas que me preparé en aquel momento:

  • 1 taza de mantequilla suavizada
  • 3 tazas de harina
  • ¾ de cucharadita de sal
  • 3 tazas de azúcar (o 2 si no les gusta tan dulce… yo amo que sean dulcísimos!)
  • 7 huevos grandes, a temperatura ambiente
  • 2 cucharaditas de vainilla
  • 1 taza de crema ácida
  • 1 medida (cerca de 2 tazas) de zarzamoras, desinfectadas y muy bien escurridas.

Manera de hacerse

–       Engrasen un molde para panqué. Yo lo hice en una corona de unos 20 cms. de diámetro. Es más sencillo de dorar que un molde de panqué, que tarda – a veces – mucho en cocerse y corremos el riesgo de que se dore de más.

–       El mejor ingrediente para engrasar es la manteca inca, aguanta altas temperaturas, no se “quema” como la mantequilla y siempre, enharinen los moldes.

–       Aparte, agreguen 3 tazas de harina y sal en un bowl.

–       Mientras, batan la mantequilla y el azúcar hasta que acreme – esto es, que cambie de color y el azúcar ya no se sienta – 5 minutos, más o menos.

–       Agreguen los huevos: uno a la vez, esperen a que se desaparezca el primero para poner el siguiente. Luego agreguen la vainilla.

–       A esta mezcla, agreguen la mitad de los secos, luego toda la crema, y al finalizar, el resto de los secos.

–       Continúen batiendo 5 minutos más.

La importancia de batir bien, es que trabajas el gluten – por eso las galletas, para que queden crunchies, se trabajan rápidamente.

–       Finalmente, hay que agregar las zarzas: espolvoreen en ellas unas 2 cucharas de harina, sacudan el exceso y agreguen a la masa de forma envolvente para que no se apachurren de más.

–       Vaciar la mezcla en cucharadas al molde, golpear en la mesa para deshacer burbujas de aire.

–       Introducir al horno, previamente encendido, a unos 180º  durante 1 hora o una hora y cuarto.

Si al pasar la hora notan que está muy dorado, bajen un poco la temperatura a unos 150º.

Ya saben que está cocido cuando le metes un palillito y sale “limpio”, o se le adhieren unas cuantas miguitas (pequeñas y bien formadas).

Dejen enfriar unos 30 minutos antes de desmoldar, mientras tanto, preparen el glaseado de limón.

Para ello, mezclen con un batidor de globo ¾ de taza de azúcar glass cernida – o sea, pasada por el colador – con 2 cucharadas de jugo de limón y la ralladura de un limón. Ojo, no usen la parte blanca de la cáscara, porque amarga.

Desmolden el panque pasando por los lados un cuchillo sin filo, y pónganlo sobre una rejilla.

Para que no ensucien mucho, debajo coloquen servilletas de papel. Ahora sí, cubran con el glaseado. Si notan que escurre demasiado, agreguen una o dos cucharadas más de azúcar. Sin  miedo… lo peor que puede pasar es que deban “rebajar” de nuevo el glaseado poniendo más limón 😉

Listo… panqué de zarzas, producto de un día delicioso en Malinalco.

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Pound cake de zarzamoras y glaseado de limón

Roles de arándano, canela y naranja

Anteayer estaba viendo la tele antes de salir al gimnasio (sí, yo voy al gym para comer sin tantas preocupaciones), y me encontré en BBC HD con el programa “The Great British Bake Off”: 14 participantes con aptitudes para la panadería y repostería compiten preparando las mismas recetas que el panadero Paul Hollywood y la repostera Mary Berry les dan.

Algunas veces son completos desastres, pero otras salen increíbles; me encanta ver cómo la misma receta tiene resultados diametralmente opuestos, no sé si es descuido, habilidad o experiencia (me ha pasado, cualquiera de las 3 aplica).

Me tocó ver el show del resumen de toda la temporada, es decir, todas las recetas. Yo, babeaba como el perro de Pavlov. Paul Hollywood hizo unos Chelsea buns que yo interpreté como roles de canela con algunas variaciones. La receta de Hollywood – cuyas habilidades panaderas son tan espectaculares como su apellido – la pueden encontrar aquí.

Sin embargo, yo adapté otra receta que tengo guardada… hice la mitad con arándanos y naranja y la otra mitad “tradicionales”, azúcar con canela. La masa lleva los mismos ingredientes que la de Hollywood, pero la preparación y proporciones son distintas.

Como con todas las recetas, les recomiendo que lean antes toda la preparación y pongan todos sus ingredientes juntos y a mano, ya medidos y separados… es lo que los chefs llaman “mise en place”, y sean chefs o no, es bien útil.

Así es que así va:

–       ¾ de taza de leche

–       3/8 de taza de azúcar + 1 cucharada

–       1 yema

–       ½ cucharadita de sal

–       1 cucharada de levadura (yo uso “Tradi Pan”, la venden en el súper… si la tienes en casa, solo revisa la fecha de caducidad para que aún funcione)

–       1 taza de agua tibia (que puedas meter el dedo cómodamente)

–       4 ½ de harina

–       ½ taza de mantequilla (para engrasar los roles, es opcional)

Manera de hacerse:

–       En un recipiente vacía la leche, la mantequilla cortada en trocitos y el azúcar.

–       Pon esta mezcla en el microondas por cerca de 1.30 minutos, hasta que la mantequilla esté prácticamente derretida. No dejes que burbujee.

Aparte:

–       En la taza de agua tibia mezcla la levadura, y la cucharada extra de azúcar.

–       Mezcla bien con un tenedor y asegúrate de que la levadura trabaje: debes ver una capita ligera de espuma (como la que se le hace al café expresso).

Vas a combinar ambas mezclas, pero primero asegúrate de reducir la temperatura de la mezcla de mantequilla agregando 1 taza de harina, la sal y la yema de huevo.

–       Ahora sí, combina las 2 preparaciones antes de poner en la batidora utilizando el gancho. Si no tienes batidora, es una masa muy ligera, así es que puedes hacerlo a mano.

–       Como sea que lo hagas, una vez que tengas el líquido junto, ve agregando el harina, taza por taza, hasta que la mezcla se despegue de los laterales del recipiente.

–       La masa debe ser muy elástica y húmeda, se pega un poco a las manos, así es que no te preocupes.

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–       Ponla en un recipiente con un poco de grasa (manteca o mantequilla) y déjala levar por 40 minutos aproximadamente.

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Yo prendo el horno en la temperatura más baja y coloco el recipiente en la rejilla trasera de la estufa, atrás de los quemadores, por donde sale el calorcito. Así garantizas temperaturas cálidas que hacen que la levadura trabaje.

Pasados esos 40 minutos, tu masa deberá tener el doble de tamaño. Divídela en dos, si no estás seguro, puedes pesarla.

Para armar los roles:

Relleno:

–       1 taza de mantequilla

–       1 ½ de azúcar moscabada

–       ¾ de taza de arándanos

–       ¾ de taza de almendras fileteadas

–       2 cucharaditas de canela

Armado de los roles:

–       Amasa sin preocupaciones, tu masa no «se baja», hasta que tengas un rectángulo de unos 40 x 50 cms.

–       Unta media taza de mantequilla, espolvorea 1 cucharada de canela, arándanos y almendras.

–       Presiona levemente lo que espolvoreaste con tus manos, antes de comenzar a enrollar.

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–       Corta las orillas y luego divide en 8. Coloca en un molde redondo previamente engrasado con manteca y enharinado.

–       Repite la operación con la otra mitad de la masa. Esta vez pondrás la restante ½ taza de mantequilla, 1 taza de azúcar y canela.

–       Deja levar los roles ya armados otros 40 minutos.

–       Hornea a 180º durante 20 minutos.

–       Al salir del horno, unta sobre los roles ¼ de taza de mantequilla – a cada molde -, deja enfriar.Image 3

Glaseado:

–       Necesitarás 200 gramos de azúcar glass, unas dos cucharadas de agua y la ralladura de una naranja. Unta esta mezcla a los roles de arándano.

–       Para los de canela, cambia la naranja por media cucharadita de vainilla.

¿Qué tal? Fácil y rápido. Los hacen y me cuentan cómo les va.

Si tienen dudas, búsquenme en twitter… ¡y vemos cómo va su masa!

¡Que lo disfruten!

Cuando un café con limonada es el pretexto…

No, no era un café con una limonada al lado… era literalmente un café frappé mezclado con limonada. Todo eso en el café de Bazar Fusión, Sangre Negra, y así comenzó una mañana de originalidad absoluta – al menos para mí.

Ya me habían platicado de este lugar, pero como no tenía una sede fija, pues era un poco complicado organizarme un fin de semana para rastrearlo. Pero no hay plazo que no se cumpla, y este fin de semana pude – finalmente, conocer el Bazar Fusión y no me desilusionó.

Salí con un anillo, un llavero, una lista enorme, y la convicción de que mis regalitos navideños y los que se presenten antes, serán de ahí. Ah, sí… también pensé que debí haber roto el cochinito porque sí aceptan tarjetas, pero en muchas tiendas no hablan American Express… digo, para que vayan preparados.

Les cuento: en el edificio del fondo están los diseñadores “itinerantes”, o sea, ellos se van turnando esos espacios los fines de semana – viernes, sábado y domingo. Ahí mi sobrina se compró un llavero de lo más simpático, de los diseños de Mangle Verde… también tienen monstruos con un bolsillo, para que escribas tus pesadillas y las metas ahí. Tal parece que nadie se acuerda de ellas ya que las guardas – creo que regresaré por unos cuatro.

En ese mismo edificio nos encontramos la línea de joyería de Guadalupe Acevedo, de plata y otros materiales… de mis favoritos. Y otros tantos que no recuerdo el nombre, pero que seguro regresarán o se encontrarán ustedes por ahí porque las cosas que hacen valen toda la pena.

Al cruzar el patio encuentras el food truck que también cambia cada semana. Este fin de semana fue el turno de Eloise, el restaurante de comida francesa que se encuentra en San Angel. Por la hora no nos tocó comer ahí, pero los comentarios que he leído en redes sociales son súper positivos… así es que en la siguiente visita, seguro acomodo horarios y a ver qué nos toca, porque igualmente cambia cada semana.

Finalmente, entramos al edificio principal… en donde recordé a mi marranito, desprecié por completo al Centurión y anoté un montón de nombres de diseños por los que quiero regresar.

No se pueden perder la joyería de Musibatty: latón y plata ennegrecidos, de lo más bonito. Piezas grandes, pesadas y que valen lo que cuestan; además, son diseños exclusivos.

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En esa misma pieza encuentras las bolsas de Turleza: prácticas, de excelente calidad y con unos diseños súper bien pensados y lindos. Sí, ahí está la bolsa para tu mac air, acolchada y bonita, fundas de ipad de colores increíbles y unas bolsotototas que espero poder regalarle a mi hermana como pañalera. Y los precios, bastante amigables… de los 650 a los 1,200 por una maletota como para el viaje de fin de semana.

Al fondo, debajo de la escalera, está Colección Serpentina. ¿Recuerdas cuando enrollabas las serpentinas y hacías cazuelitas que luego “barnizabas” con resistol blanco? (no falla que soy la única ñoña que las hacía)… bueno, esa es la idea, pero evidentemente llevada a otro nivel.

Ellos hacen su propia serpentina que cubren con esmalte para que aguante la humedad. No es como para que la metas al lavavajillas, pero sí hay floreros. Y espejos de formas caprichosas que no puedo esperar para tener en mi casa. Nomás que rompa el marranote: ése era de $2,000 pesos.

Serpentina

Me enamoré por completo de la cerámica de Cristina Celis… entre otras cosas porque yo, como María Antonieta: tendría una vajilla para cada ocasión. Esta es cerámica de tonos claros, deslavados… tazas y platones, azucareras con rebozo y saleros en forma de gallo. Ollitas con su molinillo para batir chocolate y otras monerías que van desde los $250 pesos.

Celis

En los pisos superiores hay una tienda de ropa llamada Tiza… las creaciones para niños están especialmente lindas, y hay vestidos súper prácticos para adultas, con diseños originales. Tenían una muy buena oferta de 3×2 en vestidos, cada uno de unos $600 pesos.

También hay una tienda de muebles llamada Mat Colision… no tengo precios, porque no había nadie en ese momento, pero les dejo la tarjeta para que se den una vuelta… había una mesa con acabado vintage de la que me enamoré locamente, y un sillón rojo de esos que se convierten en el punto consentido de cualquier rincón.

Serpentina 1

MatCol

Tampoco se pueden perder la joyería de Mariana Barranco: plata combinada con barro negro de Oaxaca y jícara pintada. Me parece que es una gran forma de rescatar y darle otros usos a la artesanía mexicana. Las piezas van desde los $250 pesos. Obvio, se me pegó un anillo de plata que imita la filigrana de las tehuanas, con un puntito de barro negro.

M. Barranco

¿Ven porqué deben ir y darse gusto comprando? Sí es para toda una mañana, abren a las 11.00 a.m. y cierran a las 7.00 p.m. los fines de semana y a las 8.00 p.m. entre semana. Sí, este es un blog de comida, pero a veces hay que darle gusto al cuerpo de otras maneras… esta es una de ellas.

Además… el ambiente es muy agradable. La gente está ahí vendiendo lo que hace con sus manos y con mucho esfuerzo… hay camaradería y complicidad y en un mundo tan acelerado y desconfiado como éste, eso se agradece.

Vayan, disfruten y me cuentan.

Síguelos:

@BazarFUSION

@SangreNegraCafe

@Musibatty

@turlezamx

@coleccionserpentina

@eloiseresto

Conoce más:

http://www.marianabarranco.com

http://www.musibatty.com

http://www.facebook.com/Turleza

http://www.coleccionserpentina.com

http://www.matcolision.com

http://www.facebook.com/guadalupeacevedojoyeria

http://www.cristinacelis.com/

I left my love in San Francisco…

Y reencontré el amor por la buena comida y la capacidad porque algo simple te sorprenda, además de la vibra de la ciudad, el olor a mota en cada esquina, hippies en bicicleta en las colinas de Strawberry Hills (con penacho de plumas incluido) y toda la estética del Palace of Fine Arts.

Y así, pasando por alto las recomendaciones Gourmandie de la guía Michelin, llegamos a Absinthe Brasserie and Bar.

Luego de visitar la exposición de los impresionantes guerreros de Terracota en el Asian Art Museum (está hasta el 27 de mayo y vale toda la pena verla), salimos para caminar por los rumbos del City Hall. Sin querer, resultó que estábamos muy cerca de Hayes Valley. Como muchas otras zonas de San Francisco – y otras ciudades de Norteamérica – la reconstrucción y renacimiento de Hayes ha sido influenciada por desastres naturales, desde incendios hasta por supuesto, terremotos. Para Hayes, el terremoto de 1989 significó una nueva oportunidad para traer a la vida al barrio, que le ha permitido llenarse de restaurantes, tienditas y galerías donde el windows shopping es un placer.

De entrada, Absinthe te recuerda a las brasseries insignia como Balthazar en Nueva York. Tomamos una mesa, y Carlos, el amable mesero, se dispuso a darnos todas las recomendaciones del menú mientras el sol caía sobre las enormes ventanas del lugar.

Decidimos saltarnos los snacks para pedir una tradicional sopa de cebolla gratinada. Llegó súper caliente en la clásica ollita resistente al horno. Con el gruyere dorado, como debe ser, y el crouton debajo… de sabor dulzón ciertamente es uno de los musts del lugar.

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Sopa de Cebolla

Luego, pedí una Absinthe Hamburger, de carne angus de Storm Hill – lo más parecido a carne de res orgánica, de ganado criado y alimentado en condiciones sustentables. Aderezada con aïoli, lechuga, cebolla morada, pepinillos hechos en casa, y papas fritas. Adicionalmente, puedes ordenar el queso de tu preferencia, yo pedí un Vermont cheddar que no desmerecía a mi humilde hamburguesa. También puedes pedir un huevo frito, champiñones, salteados o cebolla caramelizada. Confieso que eso lo ví después, si no, no hubiera dudado en agregar el huevo.

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Imagen tomada de http://www.absinthe.com

Y para cerrar la tarde, un Chocolate Pot de Creme, hecho con chocolate Valrhona Nyangbo (y sí… you had me at “Valrhona”) y Chantilly. Un mousse de chocolate oscuro, que no parecía hecho antier, lo cual se agradece… y con casi un 70% de cacao, que garantiza que su acidez será agradable, y más combinada con una chantilly hecha en casa.

Combinado con un Macchiato, la tarde cerró increíblemente bien…

Días después, una amable señorita en el desayuno nos recomendó ampliamente Hayes, porque los turistas no lo ubican como un lugar de paseo. Yo tampoco: la calidez del barrio, los amigos celebrando un cumpleaños en la mesa de al lado, las parejas en lo que parece ser un blind date, te hacen pensar en un lugar cotidiano y “de confianza”, de esos en donde sabes que siempre vas a comer bien. Y así fue.

http://www.absinthe.com/

398 Hayes Street (at Gough Street)
San Francisco, CA 94102

http://www.asianart.org/

Baja California makes me happy! Parte I

Hace dos semanas fuí a Baja California. Teniendo como sede Tijuana para el Baja California Culinary Fest, durante cinco días mi vida transcurrió entre afortunados viajes hacia Rosarito, Ensenada y el Valle de Guadalupe, y comidas y cenas saboreando muchos de los mejores platillos que he probado en mi vida.

En el Valle de Guadalupe hicimos una primera parada en las bodegas de Santo Tomás.

Al llegar encuentras un salón de lo más acogedor, con sillones enormes que te invitan a sentarte – recostarte – y querer pasar ahí horas. La decoración es maravillosa, teniendo como fondo los vinos que albergan, ordenados por los colores de la cápsula (el revestimiento de estaño que cubre la boca y el tapón de la botella, que sirve para proteger el contenido y como ornamento).

Al fondo… viñedos. Acomodados en un trabajo de patchwork imperfecto, el cielo profundamente azul y nubes de algodón. Me sentí felíz y auténticamente sorprendida de que este paisaje fuera parte de México, que no tengas que ir hasta Napa para vivir esta experiencia.

Luego del recorrido por los tanques de almacenamiento – convertidos en originales pizarrones donde explican las variedades de uva y proceso de elaboración – pasamos a la bodega “Entre Santos”, convertida en la cava más grande del Valle con 3,600 botellas de una sola marca.

Ahí el Sommelier nos sirvió 6 vinos más un oporto, además de experimentar el maridaje con chocolates de la marca La Suiza, que más de un gringo compraba como si en su país no existiera ninguno… interesante que el maridaje con chocolate incluya la variedad del vino con el que se quiere combinar.

¿El mejor vino de la cata? Creo que el mejor vino es el que te gusta. Para mí, la visita a Baja California significó el redescubrimiento de los blancos y confirmar mi pasión por el tinto. Yo compraría el Cierzo Reserva 2005: 18 meses de barrica… madurito, que combina bien con comidas especiadas y condimentadas, para un mole o carnes. Lo que más me gustó fue su olor a vainilla. Pero a la vaina de vainilla, eh? Puro Cabernet Sauvignon.

Y el otro que extrañamente – por ser blanco – buscaría es un Chardonnay 2008. El sommelier lo recomendó acompañando una pasta cremosa o unas crepas con cajeta… yo me lo imaginé perfecto acompañando una pasta con salmón y limón que hago (luego les paso la receta).

La cata cerró con un maridaje de chocolates y Tempranillo… y uno entiende porqué los chocolates envinados son tan populares en el mundo.

Al final, la experiencia de una cata con un buen Sommelier es de lo mejor. Es una auténtica aventura el descubrir el vino; sorprenderte al identificar los sabores, los olores y las texturas. Tus sentidos lo saben, están ahí… pero es como un viaje de la mano. Lo disfruté muchísimo y creo que cualquier persona que disfrute tomar vino y compartirlo con amigos debería ir a que le susurren al oído lo que el vino siempre nos ha dicho: es delicioso y seductor, y cada botella te sorprende.

Si creen que tanta felicidad era suficiente, están equivocados. De los viñedos de Santo Tomás nos dirigimos al restaurante Corazón de Tierra.

Perdido en el desierto, y en las inmediaciones del hotel La Villa del Valle, se encuentra este pequeño pero acogedor restaurant. La cocina está abierta al comedor… y sí, para mí la cocina es el corazón de cualquier sitio… concluyan ustedes mi analogía. Se agradece el compartir la experiencia y ver a auténticas estrellas en acción: los chefs Diego Hernández, Pablo Salas y John Sedlar unieron su talento para brindar una de las comidas más memorables que he tenido en mi vida.

Cocinas y equipos prestados, pero nunca se comprometió el sabor de los platillos.

Quizá fue el escenario, la compañía, el ambiente y la calidad de los productos, pero todo se conjuntó para comer verdaderamente delicioso.

El primer tiempo fue un taco de caviar mexiquense, del chef Pablo Salas, acompañado por un Vena Cava Sauvignon Blanc 2010. El caviar era hueva de pescado (carpa específicamente), preparado con chile ancho, bien picante… arriba tenía una espuma de cilantro. Un taco hecho y derecho, delicioso.

El siguiente platillo fue un tamal de mousse de salmón con salsa de hierbas, del chef John Sedlar, con el mismo maridaje del platillo anterior. Yo amo que la comida se vea bonita, bien montada… de la vista nace el amor. Nada me parece más triste que un gran sabor escondido detrás de una pobre presentación.

Y el chef Sedlar se lució, me arrancó una sonrisa porque literal nos dio una flor… un pensamiento cocido con el tamal cuyo sabor a salmón se veía suavizado por un dejo a crema, con una excelente textura. Debajo, la salsa de hierbas.

El siguiente plato era también de Sedlar: Pechuga de pollo sous vide con jícama y salsa de jalapeño-vinagre, acompañado por un Vena Cava Cabernet Sauvignon 2008.

La cocción del pollo era la ideal: suave, pero firme. Por el método utilizado (sous vide, o al vacío en francés) en el que la comida se cocina durante mucho tiempo, a veces más de 24 horas, dentro de bolsas herméticas, se permite que los sabores se sellen y no se pierdan, además de conservar la humedad. Y en una carne como el pollo, utilizar este método se agradece.

Las texturas se complementaban con la jícama salteada, con un leve crunch y el sabor dominante de la salsa de jalapeño y vinagre que no picaba, pero era acidita.

Y de nuevo, el detalle coqueto: tulipanes de zanahoria y ejote se usaron como decoración. Bueno… lo decoraban y eran la guarnición, porque también estaban en su punto. Yo por lo menos, no dejé nada en el plato.

El siguiente tiempo fue un rib eye, puré de calabaza almizclera, cenizas de cebollas, relish de pimiento y rábanos, por el chef Diego Hernández, con el mismo maridaje que el platillo anterior.

Me encantó pasear los trocitos de carne sobre las cenizas, y mataría por un frasco de puré de calabaza para llevármelo a mi casa, igual que el relish de pimientos y rábanos. Súper refrescante, emulaba una pico de gallo, pero de sabores mucho más suaves.

Siguió una lengua en mole de chile manzano, del chef Pablo Salas, acompañada con Vena Cava Big Blend 2008. El vino es una gran mezcla de cinco uvas diferentes: syrah, zinfandel, cabernet sauvignon, petit syrah y grenache, que demuestra que sí se puede tener lo mejor del mundo en una copa.

Big Blend acompañó el que para mí fue el mejor platillo del día: la lengua. Picaba bien, estaba cortada como medallón y siendo una carne tan grasosa, su sabor es inmejorable. El detalle sorprendente fue el puré de elote asado: Dulzón, ahumado… de repente se confundía con frijol claro… simplemente delicioso.

Además, me encanta la idea que un corte a veces despreciado sea rescatado en cocina de autor. No todo son filetes, la lengua bien preparada es una maravilla. Les confieso que me hizo falta una tortilla para hacerme un taco de lengua y mole.

Para cerrar la tarde, un bizcocho de chocolate – almendra, helado de yogurt y tallo de betabel, preparado por el chef anfitrión, Diego Hernández. Y créanme cuando les digo que cerró con broche de oro.

El bizcocho tenía lavanda, y creo que vale la pena intentar la combinación en casa. Es como si a las múltiples propiedades del chocolate – de por sí ya generosas – le agregaras más olor, más sabor, más placer.

El balance con el helado de yogurt – súper refrescante – era ideal, y el factor sorpresa: el tallo de betabel. Lo tomé entre mis dedos y le dí una mordidita con cada bocado, lo disfruté muchísimo, debí pedir otro plato.

Me encantó el recorrido en el Valle de Guadalupe y el día lleno de sorpresas: la tarde soleada, el aire helado del desierto, una sala de cata maravillosa, un restaurant con amplios ventanales, una cocina abierta, el baile de los chefs sacando sus platillos… yo quiero regresar! A seguir admirando la fusión de buenos ingredientes mediterráneos con nuestra maravillosa cocina mexicana.

Para saber más:

http://www.lavilladelvalle.com/

http://www.santo-tomas.com/

http://www.amarantarestaurante.com

Síguelos!

@riatatuille – Diego Hernández

@ChefPabloSalas

@johnsedlar

En Nueva York hasta Vietnam se siente cerca

La siguiente parada fue una sentida recomendación de mi amiga Ceci, neoyorkina de corazón, historiadora y dealer de arte con impecable buen gusto: no podía ser una mejor referencia.

Llegamos a Le Colonial (149 East 57th Street) sin reservación. El lugar no estaba para nada lleno, pero conforme fue pasando el tiempo más y más mesas se fueron ocupando. Sirven comida franco-vietnamita, así es que estaba preparada para una noche llena de sorpresas.

La decoración – y diría ambientación – del lugar es increíble, me sentía en una película de guerra (pero en los sitios lindos donde los generales y coroneles llevaban a sus ladies a romancear). Ventiladores de abanico, de palma, colgaban del techo… palmas y palmeras, sillas de ratán y lo mejor: el piso de loseta decorada dan el mejor ambiente. En la mesa colocan una pequeña orquídea de color morado que le da un lindo toque a la llegada.

Los meseros usan filipinas y si alguien me hubiera preguntado si necesitaba algo más, hubiera dicho que un piano de cola tocando en vivo.

El servicio es muy bueno, el mesero era un poco tieso, pero eso ya es referencia mía. Pero los garroteros y demás personal son muy amables.

Era una tarde lluviosa, y aún así no nos decidimos por vino: fuimos directo a los cocteles. Yo adopté el Martini Le Colonial (si le ponen el nombre de la casa, algo bueno debe tener)   y no me equivoqué: tanqueray gin, cassis (sí, el que bebía Hercules Poirot) y puré de frambuesa, una delicia que mejoraba conforme iba pasando el tiempo… y las copas. Ustedes saquen sus conclusiones.

De entrada pedimos Bo Bia Chay vegetarian summer rolls with chayote, jicama, shitake, basil, peanuts, sweet bean dipping sauce (Rollitos Verano vegetarianos con chayote, jícama, shiitake, albahaca, cacahuates y salsa de frijol dulce).

La salsa de frijol dulce no se hace de frijoles dulces, si no que éstos son endulzados con azúcar para hacer una pasta que se usa en muchas preparaciones de la comida oriental.

Los rollitos estaban grasosos como deben ser, pero con un crunchy muy respetable. Además, los sirven en hojas de lechuga francesa, zanahoria rayada y cilantro. El mesero sugiere amablemente que hagas un taco (obvio no dice “taco” pero el concepto es más que familiar) y lo remojas en la salsita de frijol y otros cuantos ingredientes más. Un rollito de verano, cumplidor con creces.

El siguiente plato fue una “petite salad”: Goi Xoai mango & apple salad, with poached shrimp, cashews, mint (Ensalada de mango, manzana verde, camarones pochados, nuez de la india y menta). Asumo que el mango era paraíso, porque estaba sumamente fibroso y ácido, pero la combinación de sabores era muy atinada. De hecho, creo que solo un mango de esa consistencia logra ser rallado al igual que el resto de los ingredientes.

Todo estaba servido sobre un mesclun de lechugas… y no, no dejé ni media zanahoria rallada en el plato.

Para cerrar con broche de oro, Ceci me dijo que no podía dejar pasar el huachinango, así es que pedí Ca Chien Saigon, crispy whole red snapper Saigon style with a light spicy & garlic sour sauce (Huachinango crujiente estilo Saigón con una salsa ligeramente picante y ajo).

No dudé un segundo en ordenarlo, lo que debí haber meditado fue lo que implicaba la falta de precio y la leyenda: el precio del día en el mercado. Claro… lo venden por kilo porque te sirven el pescado completo, sin vísceras e incluso sin espinas (lo que siempre se agradece).

Siempre es un espectáculo agradable el recibir una pieza completa de pescado en un plato. Insisto en que nos hemos convertido en unos pusilánimes, y si el pescado no llega a la mesa convenientemente fileteado, creo que ya lo vemos raro.

Me encantó ver mi huachinango enterito en un plato verde, con una salsa que reunía una combinación de olores que sólo por eso sabía ya que el sabor sería distinto.

El sabor de la salsa era ciertamente un poco picante y agridulce, de un olor penetrante (recordarlo me hace agua la boca). Se llevaba muy bien con la carne del pescado – el huachinango es una de las pocas especies que no exijo que esté excelente y sorprendentemente bien preparado para comerlo con singular alegría. Pero a este, hasta le despegué la carne del pellejito, busqué atrás de las orejas e incluso consideré pedir pan para limpiar la salsa del plato.

En lugar de pan ordenamos un Com Chien wok tossed jasmine rice with carrot, broccoli and long beans (arroz jazmín frito con zanahoria, brócoli y ejotes, pero más largos). En lo personal, me encanta el olor y sabor del jasmine rice, no puedo creer que la naturaleza sea capaz de perfumar algo así…

Si se lo están preguntando, no llegué al postre. Bueno, no en Le Colonial porque antes de llegar al hotel hicimos una conveniente parada en Magnolia Bakery, pero como pueden imaginar, ese es material para un siguiente post.

Enjoy!

New York, parte 1: Más real que solo TV

Con razón Sinatra decía que quería despertar en la ciudad que nunca duerme. Yo decidí que en este viaje a Nueva York dormiría con la barriga llena y el corazón contento, y planeé un tour màgico-musical-gastronómico para hacer mi sueño realidad.

No tengo muy claro el orden que seguirán estas crónicas de una dieta de carbs anunciada, supongo que la cronológica será la mejor, así es que comencemos con mi ídolo de todos los tiempos: Gordon Ramsay.

Soy fan de Ramsay desde que lanzaron en México los canales de BBC, con shows estilo Ramsay’s Kitchen Nightmare o The F Word me conquistó. Aunque habiendo trabajado para canales de tv toda mi vida, sé lo que involucra la magia de la televisión: corte aquí y allá, dos o tres detalles sembrados y venga! Tenemos «realidad».

Sin embargo, ahí me tienen haciendo reservación en Maze by Gordon Ramsay, uno de los 2 restaurantes que Ramsay tienen en el hotel de mega lujo The London (151 West 54th Street). Desde los mails que envié para solicitar la reservación, el servicio no pudo ser mejor.

En fin, para no hacerles el cuento largo, llegamos al lugar a las 6.00 p.m.  Casi no había gente, si no hasta las 6.30 ó 7.00 p.m., que empezó a llenarse y no quedó una sola mesa vacía, el bar incluido.

Maze no es tan caro ni tan lujoso como el restaurante que lleva el nombre del chef (Restaurant Gordon Ramsay), pero el servicio es muy esmerado sin llegar a ser petulante o pesado. Las mesas no tienen manteles, lo cual revela enseguida que no es un restaurante de 5 estrellas, pero no importa: el nombre del chef igual estaba en juego.

Al sentarnos notamos que no había salero en la mesa: “No lo vas a necesitar” le dije a mi marido en son de broma y convencida de que de verdad nos servirían la cena perfecta, con el nivel perfecto de condimentos y sal. Al untar la mantequilla al pan, no hubo necesidad de sal: primera palomita.

Yo ya sabía que iba a pedir el menú de degustación del chef, pero no había decidido qué platos ordenaría. Cuando llevaron el menú, estaba de verdad emocionada, cada plato sonaba mejor que el otro. Y comenzamos.

La sopa es la misma: Chilled English pea soup grilled calamari, watermelon, mint and lemon (Sopa Inglesa fría de chícharos, calamares, sandía, menta y limón). En una noche tibia como la que nos tocó fue de lo más refrescante. Además, el juego de texturas de la sandía y el calamar era único: hubiera deseado tener un pedacito de esa combinación disponible para cada cucharada de sopa.

Después sirvieron Marinated fingerling potatoes: Holland leeks, poached quail´s egg, prosciutto (papas fingerling – que son las que tienen forma de dedo, puerro holandés, huevo de codorniz tibio y prosciutto). Desgraciadamente no nos revelan la marinada de las papas, pero les puedo decir que los huevos de codorniz estaban cocidos a la perfección. Y en realidad, son ingredientes sencillos y baratos, que bien servidos se pueden cobrar como algo un poco más exótico.

El siguiente plato fue Sautéed sea scallops: Meyer lemon, fennel and grains of paradise (Escalopas salteadas con limón amarillo, hinojo y granos de paraíso).

Yo considero que lo más difícil de las escalopas es lograr la cocción perfecta, para que no se pasen y queden chiclosas, lograr que se deshagan en la boca no es asunto menor. Las servidas en Maze eran casi perfectas, quizás se desbarataban un poco de más por las orillas, pero evitaron por completo esa textura chiclosa que es tan desagradable,

Por otro lado, pensé que los granos de paraíso eran una combinación de la casa, pero me di a la tarea de investigar qué demonios era eso. Resulta que sí existen y el mérito de Ramsay es presentarlos (a mí por lo menos). Es una combinación de especias que vienen de  Africa Occidental, donde crecen en una planta frondosa y son fácilmente cultivados. El nombre se lo pusieron los comerciantes en la Edad Media buscando una manera de hacerlo más exótico e inflar el precio, alegando que estas semillas sólo crecían en el Edén (así de bueno es su sabor) y que las semillas eran recolectadas mientras flotaban en los ríos afuera del paraíso. Y aunque ahora son raros y caros, solían ser un sustituto muy común para la pimienta negra.

Tiene un sabor muy penetrante, con toques de flores, cilantro y cardamomo. Ciertamente el sabor es muy distinto, así es que corramos a conseguir granos de paraíso.

Después yo pedí Pan fried Tasmanian ocean trout: butternut squash, gnocchi, brown butter vinaigrette (Trucha arcoiris frita, calabaza amarilla, gnocchi, vinagreta de mantequilla dorada) y fue perfecta. Uno de los mayores retos es lograr que me guste el pescado, no soy muy fan  de los sabores fuertes debo confesar, pero tampoco es imposible lograr que me guste uno: este era simplemente perfecto.

La calabaza y los gnocchis se los hubieran podido ahorrar porque el pescado y la vinagreta hacen el plato completo. Disfruto incluso recordándolo.

La otra opción era un Dry aged strip loin: sunchoke purée, pommes anna, roasted portobello (Dry aged strip loin, que es una carne en extremo fina y cotizada, puré de papa de Jerusalem o pataca o tupinambo, pommes Anna y portobello asados). No fue el deleite de mi marido aunque debe reconocer que el corte de carne era muy bueno porque justamente tiene mayor consistencia en el marmoleo de la carne, logrando balancear el contenido grasoso y que sea muy suave al comerlo.

La opción de postres fueron un Valrhona chocolate fondant: green cardamom caramel, sea salt and almond ice cream (Fondant de chocolate Valrhona, caramelo de cardamomo verde, sal marina y helado de almendra). Debo decir que tampoco fue el favorito de mi marido. Aunque el fondant estaba delicioso, el helado llevaba los granos de sal marina – que después pudimos comprobar hay otros chefs que lo agregan. El resultado es que sabía a helado de vainilla de heladería de pueblo, ¿lo recuerdan? Con un toque salado al final, supongo que para evitar la congelación total del agua.

Yo pedí  Vanilla custard with citrus fruits, brown sugar oats and mandarin sorbet (Natilla de vainilla con frutas cítricas – supremas de naranja de Valencia y sanguina o sanguínea, hojuelas de azúcar mascabado y sorbete de mandarina). Tuve mucha suerte porque estaba increíble.

De entrada, podías ver los granos de vainilla en la natilla, lo cual me encantó porque pocas cosas me gustan más que abrir una vaina de vainilla y sacarle hasta el ultimo puntito negro de sabor: la respeto mucho.

Y debo confesar que no soy gran fan de las frutas en los postres (no me odien) pero lo considero una salida fácil y un pretexto para ahorrarte a un chef pastelero de nivel. Pero esta combinación de sabores fue ganadora. Y para mí, fan ferviente de las texturas en la boca, el crunchy que aportan las hojuelas de azúcar mascabado es un gran cierre.

Todo, acompañado con un vino tinto Girolamo Dorigo 2005 Colli Orientali del Friuli Ribolla Gialla. Yo digo que un buen vino es aquel que te gusta: este me encantó.

Fue una cena redonda de principio a fin. Sí, soy fan de Ramsay, pero iba dispuesta a acabármelo por tener no sé cuántos restaurantes en todo el mundo, otros tantos programas de televisión, por gritar a diestra y siniestra a cuanto pseudo chef y voluntarios masoquistas encuentra… pero debo decir que se ganó todo mi respeto – seguro ya puede dormir tranquilo, jajajaja! – por mantener la magia viva, por tener buen ojo para seleccionar a chefs que mantengan limpio su nombre y aparecer en BBC Entertainment como 4 noches seguidas.

En mi imaginario colectivo lo imaginaba como un Anthony Bourdain: excelente personaje, pero no tan buen chef. Pero no fue así. El menú es de 70 USD (más vino, más café, más la botella de Pellegrino) pero el balance es que es te dan buen valor por tu dinero.

Definitivamente regresaría. Uno de mis favoritos que vale la pena disfrutar.

Si van y no les gusta, no me culpen: De gustibus non est disputandum.